la selva de noche
Catalina Vargas
1.
Escribo desde la observación y la escucha, a tientas, recogiendo imágenes y palabras en un canasto de esos de ojos grandes. Comienzo adentro, en lo profundo, en las aguas maternales de la oscuridad (Lezama Lima). La oscuridad emerge como una de las formas del origen, un lugar antes de todo, cuando no había nada, el nacimiento del mundo, la antesala del relato —un relato contado mil veces—. Es natural asumir en todo comienzo que ese lugar sin luz existe y nos engulle, pero es un punto de partida extraño, por no decir fantaseado. Quizás sea un sitio de esos que solo se pueden explorar a través de la escritura, con palabras que se adentran en las rutas y encuentran los atajos, palabras mañosas. Una escritura que excava, que retira —usando el lenguaje— las cenizas que han dejado los incendios de diferentes historias. La dificultad que supone iniciar un recorrido es estimulante: comenzar desde el no saber y sentirse abrumado ante la imponencia de lo que tenemos en frente. Es la selva de noche.
Fabián Moreno, La selva de noche, 2006. Acuarela sobre papel, 70 x 100 cm.
Colección Banco de la República. Fabián Moreno, indígena nonuya, “gente de achiote”. Es conocedor tradicional, artista y líder de la comunidad Peña Roja, resguardo Villazul, Araracuara. Ha sido becario del programa de investigación local de Tropenbos Colombia y actualmente trabaja en los procesos política pública para comunidades indígenas desde Organización de los Pueblos Indígenas de la Amazonia Colombiana (OPIAC). Un entorno de sonidos, voces y sombras. Como son sombras los conceptos que en algunas versiones del conocimiento se reflejan al fondo de una caverna. Formas que ocultan y develan, que cobijan y despiertan otros sentidos, otros modos de ver. En la selva de noche no queda más remedio que dejarse invadir por la lógica de los sueños, el sueño de la naturaleza, especular y equilibrado, aunque no gobernado por la razón sino quizás por otras facultades más elásticas. Elásticas en el sentido que se prolongan, se trasnochan, se adentran en cada etapa de la noche —pues la noche de la selva no es una sola—. Así, en la vigilia que propone la luna, se buscan los remedios para el día siguiente (conversación con Bárbara Santos).
Confucio Hernández, Subienda en tiempo de friaje, mes de julio, en bocana de quebradón. (Omima venado, Leporinus fasciatus). Lámina número 23 en: Luis Ángel Trujillo, Carlos Rodríguez & Confucio Hernández, Piraiba, ecología ilustrada del gran bagre del Amazonas, 2018. Acuarela sobre papel, 25 x 35 cm. Artista y biólogo de la etnia uitoto n+pode de la región de Araracuara, nieto del conocedor tradicional Vicente Makuritofe. Es investigador de temas ambientales e ilustrador de diferentes especies animales, del ciclo de vida de los puercos, del ciclo de vida de diversos peces y de diferentes historias tradicionales. Autor de las láminas del libro Piraiba, ecología ilustrada del gran bagre del Amazonas que recibió el premio de la Fundación Alejandro Ángel Escobar 2018 en la categoría Medio Ambiente y Desarrollo Sostenible.
En las sombras habitan las cosas mismas, una manifestación de ellas, quizás más geométrica que las formas de la naturaleza a plena luz, quizás sencillamente minúsculas1 , diminutas y luminiscentes. (Los Xapiripë —estudiados por Viveiros de Castro en su artículo “El bosque de cristal: apuntes sobre una ontología de los espíritus del Amazonas”— han bailado ante los chamanes desde tiempos primordiales y siguen haciéndolo hasta el día de hoy. […] Se ven como seres humanos pero son pequeñas partículas de polvo brillante). A la sombra, visiones múltiples danzan para despertar el sueño de lo completo, lo entrelazado y lo vibrante de un territorio que se extiende y se expande más allá. Un territorio de claroscuros —composiciones de lo opaco y lo luminoso— que bien podría compararse con una galaxia.
Todo es transparente; nada es oscuro ni resistente; todo ser es visible a todo ser hasta su intimidad; es una luz para una luz. Todo ser contiene en sí todas las cosas y ve todas las cosas en los otros. Todo está en todo, todo es todo, cada ser es todo; el esplendor no tiene límites; cada uno es grande, porque incluso lo pequeño es grande; allí el sol es todos los astros, y cada astro es el sol y todos los demás.
1 Lo pequeño es infinito.
Plotino, Enéadas, V, 8, 4 Lina Mazenett & David Quiroga, Cartografía de la contienda / Mapa territorio donde habita el jaguar, 2018. Dimensiones variables, césped artificial, Vista de instalación.
Comemos antes de pronunciar palabras, el conocimiento se procesa adentro de uno y se digiere primero, luego se habla, se hace imagen o se escribe: primero el alimento, después los hombres (Lezama Lima). El saber es alimento, proviene de los otros frutos del árbol de la vida (que no son sólo manzanas, sino que también son todos esos otros frutos capaces de despertar el corpus del conocimiento). Ante el árbol del jardín del Edén emerge el árbol de la vida amazónico que a su vez son todos los ríos, la atmósfera, el subsuelo, los cultivos, la selva entera. A ese árbol lo tumbaron entre todos los animales, en ese tiempo cuando todavía no se distinguía entre unos y otros, cuando no había fronteras entre hombres y animales, cuando todos teníamos hambre.Abel Rodríguez, Yuca brava, 2013. De la serie Plantas cultivadas por la gente de centro en la Amazonia Colombiana. Los tubérculos son un alimento que nace de la oscuridad, crecen bajo tierra, son dedos que se adentran en las profundidades. Existe una gran variedad de tubérculos en las diferentes chagras (sistemas de cultivo tradicional) del Amazonas y son base de la alimentación y el bienestar de las comunidades. La manicuera es una bebida dulce a base de yuca brava que simboliza la leche materna.
Las cosas que son, mutaron. Se movieron de un lugar a otro, todavía se mueven y buscan vinculación. En un principio el Amazonas, colgando del hilo de la geología profunda, quería desembocar en el océano Pacífico pero cayó con sus ramas hacia oriente cubriendo casi el ancho del territorio suramericano (conversación con Carlos Rodríguez). Ese mundo creado a partir de la caída de un árbol está en el corazón de nuestro continente —unos dicen corazón, otros pulmón, otros riñón, la metáfora va cambiando— es la Panamazonia: un cuerpo ecuatorial que se extiende desde los Andes hasta el océano Atlántico y que une a varias naciones. Quizás el sentimiento que despierta su inmensidad sería más atinado llamarlo pánico que sublime, pues su abundancia y su vastedad devoran la razón.
Carlos Rodríguez, Cosmos amazónico, 2015. Instalación a partir de canastos bicónicos. Existen señales de que el equilibrio no es precisamente simétrico, sino un sofisticado proceso casi alquímico. Ese equilibrio se respira, se cuida, se protege. Se siente en los lugares sagrados, se lee en los petroglifos y también se interpreta —como si fuera una sinfonía— ante las formaciones rocosas. Estos espacios se regulan a partir de rituales y cantos, a punta de listados precisos de nombres, que se ordenan con la naturaleza, de arriba a abajo y alrededor de cada cuerpo de agua. Se trata de un canto que se adentra en el tiempo a contracorriente.
Bárbara Santos, El sonido de las piedras subterráneas ¿Quién canta? Las piedras, 2020. “Lo que realiza un sabedor con sus años de estudio es leer aquello escrito en la selva y tener los artefactos indicados para saber decodificar los patrones en las rocas, en el vuelo de las mariposas, en los cantos de los pájaros de la mañana, en los truenos al final del ritual, o el tejido de caraná, y en el plumaje de las coronas” (entrevista de Reynel Ortega Yai Hoa de la etnia barasana con Bárbara Santos, en: La curación como tecnología). El equilibrio es cuestión de depredadores: “a uno le parece ver que la naturaleza se ataca a ella misma, se destruye a ella misma, uno lo ve así. La naturaleza no ataca, la naturaleza siempre ha buscado equilibrio, toda la vida. Así como los zancudos son fastidiosos, hay bichos que se los comen o se mueren con el frío de julio. Las moscas infecciosas son las más resistentes pero también otros bichos se las comen. El mico nocturno poposea y todas las moscas vienen y se mueren porque es tóxico ese popó. Así baja la población de los bichos. Las hormigas arrieras, que aquí las fumigan, las matan, porque ellas exterminan, pueden acabar con un cultivo en una noche, lo dejan sin hojas, lo trasquilan, todas las ramas, pues por eso la manejan así en los llanos pero en la selva los osos hormigueros —unos chiquitos que andan en los árboles y otros grandes que son terrestres— entonces ellos las comen. También nosotros somos depredadores de ellas (las mismas arrieras) en tiempo de abril, de metamorfosis, las comemos. Los depredadores ayudan a controlar la naturaleza. Los que vuelan los comen los pájaros, los que aterrizan, allá se lo comen las lagartijas, las ranas” (conversación con Isaías Román, sabedor de la etnia uitoto, clan guacamaya).
2.
Quizás hacer arte sea cuestión de equilibrio. Ante la pregunta por la palabra ‘arte’ en su idioma, Abel Rodríguez responde que esa palabra no existe, que la más cercana es imitya, en lengua muinane, ‘palabra de poder’, que significa: por todos los caminos se llega al mismo saber que es el comienzo de todos los caminos. Es un tipo de poder que tiene que ver con el caminar, con el movimiento, un poder que sirve para adentrarse, recorrer y transitar un espacio, para conectarse con el origen y sus posibilidades. Andando se sale al encuentro de lo que de otra manera se esconde en la opacidad y lo espeso. Quizás el arte sea una gran trampa que busca atrapar la oscuridad.
Lina Mazenett & David Quiroga, Gente serpiente, 2020. En las historias de la tradición de Isaías Román, el principio de la creación es lo húmedo, r+ronaide, en su idioma, que es la humedad que se escurre, se vuelve gotas, que desciende y genera el agua o líquido amniótico de la creación: un principio claramente femenino. La creación no es obra de un genio, la creación implica más de uno, es un trabajo colectivo de muchos dioses. Dice: “por muy creador, el creador no puede trabajar solo. La fuerza viene del padre y el poder de transformación de la madre”. Ese líquido amniótico guarda el poder de materializar: la potencia del padre es arrasadora y caliente, la potencia de la madre enfría, se llama ternura.
Fernando Arias, Humedad, 2020. Fernando Arias es un artista visual, activista y fundador del proyecto Más arte más acción. Se adentra en los territorios con un interés político sobre nuestra relación con el medio ambiente y una mirada crítica sobre las relaciones sociales. Humedad es una imagen viscosa, tupida y adherente que se impregna en el cuerpo y que permite vislumbrar las formas de vida, quizás parasitarias, quizás luminosas, que son parte del tejido natural y social.
No es que haya un dios que diga “yo soy dios, yo hago lo que yo quiera”, no. Isaías desmenuza el proceso: “[el creador] trabajó según el primer aliento, luego según el sueño, la revelación, la visión y luego sí viene la materialización”. Es decir, antes de la creación hay aliento, una inhalación y una larga exhalación para provocar un estado de receptividad, quizás sea un gesto de invocación. Solo en ese estado dispuesto, llega el sueño y la visión, la clarividencia, la posibilidad de vislumbrar lo que todavía no existe. Es una visión onírica contaminada de lo nocturno, del espíritu de la selva de noche. Dar vida, dar materia, es un acto que tiene un elemento de revelación.
Lina Caro, Bastón de danta, bastón de venado, bastón de jaguar y bastón de serpiente, 2019. Fotografía de Ernesto Monsalve
Los bastones de animales de la selva de la artista y ceramista Lina Caro se inspiran en la vida nocturna y los poderes que posibilitan caminar la oscuridad. Un bastón es una forma de andar, un modo de ver.
“También se habla de ‘soplo’, una palabra que tiene varias formas: lo que ustedes llaman ‘concentrarse’, también significa ‘materializar’, soplo de ‘eructar’ y el soplo común que conocemos”. La acción que expresa la palabra soplar nos remite a la energía de la curación, al acto de desear, de nacer, dar a luz. En la Biblia, en una de las versiones del génesis, el dios antiguo usa el soplo para dar vida.
Delcy Morelos, Enie, 2019. Delcy Morelos lleva más de una década trabajando con la tierra como materia central de sus obras. A través de un largo proceso de aprendizaje con Isaías Román, conocedor tradicional de la etnia uitoto, clan guacamaya, investiga este elemento desde lo simbólico y lo curativo. En Enie (‘tierra’ en uitoto) vemos desde arriba, como en pleno vuelo espiritual, el poder de la tierra para alimentar.
No se dice ‘está haciendo cerámica’ se dice ‘está tejiendo’. La palabra es ‘tejer’. Lo espeso y lo aglutinante que está en la tierra —quizás sea eso que se encuentra en su útero—, eso oscuro y viscoso cuyo ecosistema son las profundidades, que sirve para cerrar heridas y para dar alimento: eso no se amasa, eso no se moldea, eso se teje. Y se habla de tejido porque es un proceso en el que lo múltiple converge, porque es una práctica que requiere tiempo, porque es un pensar de la mano, de todo el cuerpo, una forma que deriva de juntar las dos manos para poder abarcar y abrazar. Quizás por eso hacemos recipientes. En el arte contemporáneo también se sigue esa ruta del tejido, pues tiene que ver con el poner en relación. En la práctica del artista hay un tejer palabras, tejer relaciones, tejer un territorio propio. Es el mismo gesto de recoger lo disperso y traerlo a la mirada, con intención, con ilusión de centro. En todo este modo de hacer ancestral también se experimenta la espiral, la expansión y la circularidad del tiempo. Es también la disciplina de la repetición y el asombro ante cómo a través de lo que se repite van saliendo otras narrativas.
3.
En otros tiempos, se podía decir que había brujos de verdad que con una sola mirada decían hay esto, hay que cuidar esto y esto se cura así (conversación con Abel Rodríguez). Ante la nostalgia de los brujos, los procesos de aprendizaje se modifican, se codifican de otra manera: se rastrean las huellas del pasado pero también se emprende una fuga hacia el futuro. El conocer a través de historias, el ‘sentarse’, en cuclillas, a escuchar, escuchar con las orejas paradas —como antenas parabólicas—, lo viene sustituyendo hace un tiempo el recorrido y registro etnográfico. Son procesos que llegan como un coletazo del huracán de la colonización. Acompañados de un constante despegar y aterrizar de avionetas en pistas a medio hacer buscando lugares de encuentros posibles.
Oscar Leone, Secuencia de un hombre que camina, de la serie Biofilia Amazonas, 2016 Los trabajos de la serie Biofilia del artista de performance Oscar Leone exploran modos de trascender la división entre cultura y naturaleza y el tipo de rituales que nos permiten dibujar nuevas fronteras con el mundo natural y animal. Más información sobre el artista en: https://vimeo.com/oscarleone
Hay una preocupación central en gran parte de la literatura sobre el Amazonas: la difusión del conocimiento sobre la selva, pues conocerla, eso se espera, llevaría a cuidarla. A través de ese llamado a la comprensión de un territorio se invita a pasar de un imaginario de hombres que se los traga el monte, de los pasos perdidos, a aquellos que entienden cómo de hecho se vive en la selva. Se lucha, entonces, contra muchos prejuicios provenientes del centro: los salvajes, los caníbales, el paraíso del diablo (nombre del informe de autoría británica que denuncia el genocidio de las casas caucheras del siglo XIX), La vorágine (cuya sentencia final es: ¡se los tragó la selva!), la naturaleza sin medida o desmedida (recordar el cocodrilo de Hegel)3, las tierras baldías, entre otras. Detrás de esos preconceptos, pervive otra selva, la selva misma, que no es el infierno que nos han enseñado a temer, tampoco un paisaje prístino sin habitantes, es más bien un paisaje de convivencia.
—Pero maestro, esos colores no existen.
—Usted no conoce la Amazonia2.
2 En el documental “La selva misma” sobre el pintor César Calvo realizada por Christian Bendayán.
3 Aquí cabe una mención a la obra El cocodrilo de Hegel no es el cocodrilo de Humboldt (1994) de José Alejandro Restrepo inspirada en la polémica entre estos pensadores del siglo XVII. A la sentencia de Hegel en su libro Lecciones sobre la historia de la filosofía según la cual “América se ha mostrado y aún se muestra física y espiritualmente impotente. Sus leones, tigres y cocodrilos, si bien se parecen a sus homónimos del viejo mundo, son en todo más pequeños, más débiles y menos poderosos”, Humboldt responde con la medida de esos delicados y débiles cocodrilos: veinticinco pies de longitud (siete metros y medio aproximadamente).
Christian Bendayán, artista nacido en Iquitos, es uno de los principales exponentes de arte con raíces en la Amazonia peruana y fundador del proyecto BUFEO / Amazonia + arte. El video documental La selva misma es un retrato del pintor amazónico César Calvo y todo un homenaje a las poéticas de la selva y los diferentes lenguajes estéticos que la han atravesado a lo largo del tiempo. Bendayán escoge mostrar la selva en blanco y negro y a través del tejido de voces de afectos que revelan el ethos de este territorio. Gran parte de los estudios sobre la Amazonia son trozos de papel, transcripciones, fotos dispersas, relatos inconexos a partir de los cuales se forman discursos que también están regados en el universo de los libros académicos y literarios y las conferencias y el boom de documentales: todos cubiertos por un gran manto verde. Una cobija verde que se despliega en el horizonte y en la que se pierde la mirada, pues seguimos sin descubrir sus categorías y medidas. Entre los primeros viajeros en busca de los números de la selva se encuentran los expedicionarios Alfred Russel Wallace, biogeógrafo evolucionista, y Alexander von Humboldt. Coincidieron en las cuencas de sus ríos llevando consigo proyectos de observación, medición, ilustración botánica y cuadernos de apuntes y diarios: una forma de conocer en movimiento, una escritura nómada.
Alfred Russel Wallace, Comparativo del clima en Pará y en Londres, en: Viajes al Amazonas, 1889.
El viaje de observación es un torniquete porque a su vez es un viaje poético: el viaje de un cuerpo dentro de la humedad, al compás de los ríos, un cuerpo en movimiento que se desliza, que goza y que padece, que cambia de perspectivas. Un recorrido por el asombro de la naturaleza, por formas de vida sencillas y llenas de potencia utópica. Sigue siendo, sin embargo, un viaje desde afuera, del stranger que se sumerge en lo extraño: sus poéticas son una especie de eclipse (desde ahí se escribe este texto). Pero sucede que cuando somos cuerpo, nos contagiamos, nos contaminamos, y asimilamos sudando que no es que haya una fuerza de evolución sino un principio de contaminación: nos pertenecemos unos a otros. Humboldt mismo lo dice en su libro Cosmos: cada lugar de la naturaleza es un reflejo de la naturaleza entera. Otro modo de pertenecer aparece en El imperio de los signos cuando Roland Barthes advierte cómo su viaje al lejano oriente es en verdad la historia de su propia oscuridad.
¡Qué bien se debe vivir en la Luna!, dijo un indio sáliva al padre Gumilla. Es tan hermosa y clara, que seguramente no habrá allí mosquitos! Humboldt, Relation historique, 1814-1815 Bia Monteiro, Estudo para Re-medindo a Terra Firme, 2018. Impresión con pigmento perdurable.
Bia Monteiro, Tucumã. Série: Re-medindo a Terra Firme, 2018. Impresión con pigmento perdurable, 70 x 100 cm. Cortesía de la artista. Bia Monteiro es una artista brasilera que aborda temas relacionados con la colonización y el medio ambiente a través de la fotografía, video e instalaciones, y recientemente, con proyectos editoriales. Sus trabajos Remedindo a terra firme son un ejercicio de decodificación a través del cuerpo de los estudios realizados por los exploradores de la selva europeos de siglos pasados. Sus fotografías proponen un modo de leer las imágenes que hemos heredado a través del cuerpo, descubriendo quizás una dimensión de vulnerabilidad.
Para estudiar la selva desde adentro, desde sus entrañas, desde el entramado de puntos de vista y el juego de dislocaciones que le dan forma a su propia epistemología-manigua, es preciso preguntarse por la propia perspectiva. Más que eso, preguntarse por el constante cambio de posición que discretamente se desenvuelve: ahora somos cazadores, ahora presas, ahora peces, ahora tabaco, ahora coca, somos espectros. Los chamanes ven a los espíritus, los chamanes ven como los espíritus, dice Viveiros de Castro. Hecho en la Amazonia significa hecho por ella misma, por todo lo viviente que la compone, todas las voces de sus habitantes, humanos y no humanos. Una ciencia de la selva tiene parámetros móviles y en constante transmutación, tiene lugar para el misterio y multiplicidad, la curación, la palabra dulce y el baile. No se trata únicamente de conocer sino de adoptar una forma de vida en espiral Luis Ángel Trujillo, Diagramas del orden de carnadas en la pesca con cordel, en: Luis Ángel Trujillo, Carlos Rodríguez & Confucio Hernández, Piraiba, ecología ilustrada del gran bagre del Amazonas,2018.
El alma es como el tronco del árbol, que no guarda memoria de las floraciones pasadas sino de las heridas que le abrieron en la corteza.
José Eustasio Rivera
Fotografías de aviones militares estadounidenses en la pista de Araracuara. En: Humanizar o feroz: uma antropologia do conflito armado na Amazônia colombiana. Tesis de Doctorado de Marco Tobón. Cortesía del investigador.
En los archivos contemporáneos de la selva —de las comunidades, de los locales, de las instituciones, de miles de antropólogos, biólogos, artistas y periodistas que la han transitado, incluso pilotos, militares, grupos armados y mineros— están las huellas de otras memorias además de las del caucho. En esa memoria empolvada se encuentran muchas selvas: bosques en tensiones, procesos legales pendientes, testimonios en trámite, personas escondidas, devoradas o desaparecidas, accidentes, incidentes, contratiempos, registros satelitales, retratos de familia y colecciones de fotografías que transcienden los gabinetes de curiosidades. Museo de la madera. El Museo de la madera es una iniciativa participativa que, desde lo pedagógico, desarrolla estrategias de recuperación del conocimiento tradicional en torno a la diversidad del bosque amazónico. Es también un manifiesto a un sentido de co-responsabilidad de la ciudades frente a temas como la deforestación. En el proyecto participan activamente varios jóvenes de la región de Araracuara como Elio Matapí.
El blanco se traga la selva, no al revés: con motosierras, incendios, ganadería extensiva y monocultivos. Lo hace sin preguntas, violentamente, sin darle tiempo al duelo de tantos árboles quemados y tantos animales que van desapareciendo, sin pensar en los dueños del territorio, en los diferentes grupos originarios (con sus mezclas entre clanes, con colonos, sus derivas entre ciudades y comunidades) y sus espíritus acompañantes. Esta deforestación insaciable —en los primeros seis meses de 2020, se puso fin a 76.200 hectáreas de bosque primario en la Amazonia colombiana, más de la mitad de la pérdida registrada en 2019—, heredera de una cultura de la explotación, de los booms extractivos, silencia la selva y de ella van quedando apenas titulares. Surgen otras fronteras donde se requieren nuevas formas de negociación: la frontera agrícola, la frontera minera, la frontera ganadera, la frontera verde. Incluso emergen fronteras que no son colindantes, como la gran frontera entre el Amazonas y el mundo.
Cuenco de Cera, Cuerpo de la cuenca amazónica integrada por Colombia, Venezuela, Guyanas, Brasil, Ecuador y Perú, 2018 De la serie Houses in the Forest: The Forest in the House. En: La curación como tecnología.Esto nos lleva a los cortacabezas, seres que viven en la siempre renovada oralidad de la selva, seres que adoptan la forma de rumores: “son descritos como animales, pájaros, murciélagos y peces; pero también son descritos como ‘gringos con tecnología avanzada’ en otros testimonios, se habla de ellos como seres antropófagos que no tienen comportamientos socialmente correctos” (Salima Cure citada por Andrés Jurado). Son seres que acechan como fantasmas, que invaden como ejércitos, que se mueven en la oscuridad como expertos, infundiendo miedo, generando desconfianza y suspicacias, van armados de aparatos, antenas y pantallas. Persiguen a los pescadores que van por los ríos y a los cazadores que se adentran en el monte como si fueran curupiras, pero sin serlo. Todavía es un misterio con qué conjuro se pueden ahuyentar esos espíritus de nuestro tiempo o si será cuestión de cortarles la cabeza para librarlos de su enfermedad. Andrés Jurado, El cortacabezas, 2020. Proyecto documental de La Vulcanizadora. El texto tiene necesidad de su sombra: esta sombra es un poco de ideología, un poco de representación, un poco de sujeto: espectros, trazos, rastros, nubes necesarias: la subversión debe producir su propio claroscuro. Roland Barthes
Bastardilla,
Hitnes ,
& Ericailcane,
Hasta ahí le puedo contar,2019. Proyecto editorial. Cortesía de las artistas. Más información del libro en este enlace. “Muchas veces cuando escuchamos las palabras de los indígenas, cuando conversamos con ellos, de repente, sin que nadie lo espere, el narrador terminaba todo diciendo ‘Hasta aquí le puedo contar’. Así lo hacía muchas veces, por ejemplo, Ñuñamideeko (flor de chontilla en lengua muinane, Aurelio Suárez), líder maloquero y médico del pueblo muinane. Este coitus interruptus de la palabra se debe, probablemente, a dos razones. La primera tiene que ver con la autonomía del narrador, pues sin seguir protocolo alguno, rechazando cualquier posible etiqueta comunicativa, da por terminado su relato de modo imprevisto porque le dio la gana, porque se sintió cansado o quizás porque percibió que se extendió demasiado y continuar su narración nos llevaría a amanecer escuchándolo. La segunda razón, que no se opone a la primera, es porque su relato pudo ingresar a tratar cuestiones que, por su peligrosidad, su agresividad o violencia, no deben ser invocadas”. (Texto de presentación del libro Hasta ahí le puedo contar, Marco Tobón)Quedan los libros de la selva, contagiados de estas narrativas de la oscuridad al igual que el arte, portadores del enigma, infectados de circularidad y, aun así, rebeldes. En sus páginas se ponen en evidencia los múltiples canales de comunicación e interacción que diseñamos con el presentimiento —casi un hechizo— de que no existen fórmulas, ni siquiera un conjunto de claves, para recorrer la inmensidad. Los libros de la selva son como el agua que esculpe el paisaje formando ríos y cavernas y chorros y grietas: a través de ellos se va labrando un universo de voces más allá del paisaje, más allá de lo humano, más allá de las palabras.
Referencias
AA.VV. Endulzar la palabra. Memorias indígenas para pervivir. Bogotá: Centro Nacional de Memoria Histórica, Ministerio de Cultura - Museo Nacional de Colombia, 2017.
Barthes, Roland. El placer del texto.México: Siglo XXI Editores, 1996.
Entrevista a Abel Rodríguez. (A propósito de la exposición “Imitya” en FLORA ars+natura):15 de marzo de 2016.
Entrevista a Isaías Román. (A propósito de la pandemia): 8 de mayo de 2020.
Gómez Gutiérrez, Alberto. (Editor académico). Humboldtiana neogranadina. Tomo 1. Volumen 1. Bogotá: Editorial Pontificia Universidad Javeriana, CESA, Universidad EAFIT, Universidad del Rosario, Universidad Externado de Colombia, 2018.
Heymann, Catherine. Paiche (1963) de César Calvo de Araújo: entre utopía social y propuesta medioambiental para la Amazonía peruana.
Lima, Lezama. La expresión americana. México: Fondo de Cultura Económica, 2001.
Morelos, Delcy & Vargas Tovar, Catalina. “Conversaciones sobre la creación, la humedad, el agua, los ancestros. Entrevista con Isaías Román”. En: Geografías humanas. Bogotá: Fundación Gilberto Alzate Avendaño, 2016.
Rivera, José Eustasio. La vorágine. Bogotá: El Áncora Editores, 1989.
Rodríguez, Carlos; Trujillo, Luis Ángel & Hernández, Confucio (ilustrador). Piraiba, ecología ilustrado del gran bagre del Amazonas. Bogotá: Tropenbos Colombia & Cajón de sastre, 2017.
Tobón, Marco. “La mejor arma es la palabra”. La gente de centro (kigipe urúki) y el vivir y narrar el conflicto político armado. Tesis Maestría en Estudios Amazónicos, Universidad Nacional de Colombia sede Amazonia, 2008.
Tobón, Marco. Humanizar o feroz: uma antropologia do conflito armado na Amazônia colombiana. Tesis de Doctorado en Antropología de la Universidade Estadual de Campinas, 2016.
TransHistorias: historia y mito en la obra de José́ Alejandro Restrepo. Bogotá: Biblioteca Luis Ángel Arango & Casa Republicana, junio-septiembre de 2001.
Vargas Tovar, Catalina. “El agua corre, las palabras curan”. En: Better than. Bogotá: Más arte, más acción, 2015.