NIEVES

Escribo este artículo desde un contexto donde la crítica de arte, los espacios de discusión sobre el ejercicio artístico, la disparidad de género y las problemáticas raciales en el gremio de las artes plásticas y visuales son temas que tienen pocos lugares de conversación, tanto físicos como virtuales. Vivo en Cali, ciudad que hace parte de un territorio denominado constantemente por instituciones gubernamentales y culturales como parte de la Región Pacífico. Observo que esa categoría funciona menos para enlazarnos como pueblos con historias y raíces comunes y más para esconder inequidades en la distribución tanto de los recursos materiales como simbólicos entre las poblaciones que aquí habitamos. Quizá un espacio como este, el de una feria cultural bogotana, resulte extraño para desarrollar estos temas, pero al mismo tiempo la intención de la feria es descentralizar la mirada del público para darle espacio a investigaciones e intereses venidos de otros lugares. Por ese motivo decidí escribir en esta publicación sobre el trabajo de artistas mujeres cuyas obras abordan ángulos menos visibles de las intersecciones entre género, raza y producción artística, pues me interesa no perder de vista que en este contexto aún persisten dinámicas de uso, saqueo y blanqueamiento en las prácticas culturales. Soy una mujer mestiza, digo esto porque es el lugar de enunciación desde el cual me acerco a los temas raciales que pretendo enlazar en este texto.

Mi generación creció estimulada por el discurso de la multiculturalidad, en medio de un paisaje de decadencia económica dejada por el esplendor previo de las décadas del narcotráfico, y de violencia crónica producto del conflicto armado. En ese discurso las diferencias raciales y de género, entre otras, eran aplanadas por cierto espíritu de igualdad cultural; como un coletazo del multiculturalismo vivido en esa época en países del norte global. Cali desde el siglo XX es uno de los epicentros de las migraciones, ocasionadas por el conflicto armado y por la violencia estructural, provenientes principalmente de diferentes territorios del Pacífico colombiano, por lo tanto las dinámicas culturales de esta ciudad se han ido transformando vertiginosamente demandando a sus habitantes cambios de mirada y de escucha que no suceden tan rápido como sería necesario para las nuevas comunidades que llegan a incorporarse a la urbe. Considero que ese coletazo de multiculturalismo – mal adaptado- suavizaba hasta cierto momento la percepción sobre las graves inequidades estructurales de esta sociedad, como lo es el lugar social asignado a las comunidades afrodescendientes y a los pueblos originarios; y con ello los roles de género que seguían siendo marcados en un contexto machista exacerbado.

A una ciudad como Cali, que aunque se nutre de las identidades culturales de los pueblos que la han ido poblando recientemente, le cuesta asimilar las mezclas culturales como parte fundamental de su identidad. Vivimos en una ciudad segregada de manera no explícita como podemos ejemplificar con esta situación: hay personas que crecieron en las zonas más privilegiadas de la ciudad en lugares del oeste, norte y sur, éstas pueden pasar toda su vida adulta sin conocer la zona oriente, en una ciudad que se cruza en auto de un lado a otro en menos de una hora, es decir que no es una ciudad cuya dimensión la haga inabarcable como sucede en las megalópolis. Por otra parte, la obra de mano directa de servicios de limpieza o construcción civil en los sectores más privilegiados de la ciudad la realizan personas que viven mayoritariamente en la zona oriente; la identidad racial de quienes viven en los sectores mencionados puede ofrecer el mapa completo de la situación que describo. En este sentido no resulta casual que el complejo artístico de la ciudad se despliegue en el centro y oeste de Cali, me refiero a donde están ubicadas las instituciones culturales y en donde se realizan los grandes eventos, en esto también se refleja parte de esas realidades socioculturales.

                         
 

Los Salones Regionales del Ministerio de Cultura, programas como Imagen Regional del Banco de la República, también agrupan algunos departamentos del occidente colombiano y la denominan Región Pacífico, estos departamentos principalmente son: Chocó, Valle del Cauca, Cauca y en algunas circunstancias también se incluye a Nariño. Todos estos departamentos tienen en común que una parte de su territorio está en el Litoral Pacífico.
                         
 

El Paro del Pacífico (2017), realizado principalmente desde Buenaventura y Quibdó con resonancia en Cali, fue liderado por movimientos sociales afro que, con un pliego de peticiones muy específico, reclamaban al gobierno nacional por el racismo estructural que sume sus territorios en la precariedad, sin derechos fundamentales como acceso al agua potable, salud de calidad, educación, entre otros. El paro develaba las condiciones de desigualdad pese a que la región Pacífico es explotada económicamente de muchas maneras. Las condiciones de crecimiento económico entre ciudades como Cali, Buenaventura y Quibdó pueden arrojar información sobre la disparidad de condiciones existentes, de esta manera cuando se plantean convocatorias artísticas para la Región Pacífico también ahí se puede evidenciar esa disparidad. al respecto puede consultar el artículo “Un listado incompleto”, https://medium.com/@esferapublica/un-listado-incompleto-e0f761e9676
[Consultado por última vez 26-9-2020]
                         
 

Lugar de enunciación es un concepto que conocí a través de los movimientos feministas de mujeres afro, específicamente con la académica y activista brasilera Djamila Ribeiro, en su libro ¿O que é Lugar de Fala? (¿Qué es el lugar de habla?). Este concepto apunta a comprender cómo cada persona está condicionada por un lugar social que es asignado por su condición de género y raza entre otros factores, ese lugar social asignado da ventajas o desventajas en el desarrollo como persona y como comunidad. También señala como hay grupos sociales que han tenido el derecho de hablar y otros han tenido que permanecer silenciados o privados del derecho de participación.
                         
 

Desambiguación: En Colombia y en otros contextos donde hay población de la diáspora africana las personas deciden como se reconocen a sí mismas, aquí existen las identidades afrocolombiano, afrodescendiente, negro, mulato, raizal, palenquero, en este artículo se usan los dos términos afrodescendientes, negro y negra dependiendo de cómo la persona de la cual se está hablando se identifique.
                         
 

Desambiguación: En este artículo se usa el término pueblos originarios para referirse a lo que hemos conocido como comunidades indígenas, se opta por este uso bajo la idea que el término “indígena” aún designa una categoría colonial.
                         
 

En Cali, como en Colombia, denominarse blanco es un gesto de identidad o correspondencia a lo que define la blanquitud, pero será diferente quien se identifica como blanco en Colombia a quien se identifica como tal en un país de Europa por ejemplo. La gente que tiene mayor poder económico en Cali se identifica como blancos aunque fenotípicamente puedan corresponder a personas mestizas.

                         
 

Para contrastar esta información con cifras y estadísticas se puede consultar el documento “Cuantos somos, como vamos”, realizado por Afroamérica XXI, el cual es un diagnóstico sociodemográfico de Cali y 10 municipios del pacífico nariñense, publicado en el 2011, https://www.dane.gov.co/files/censo2005/etnia/sys/cuantos_somos.pdf
[Consultado por última vez 26-9-2020]